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jueves, 12 de noviembre de 2015

LOS ENEATIPOS FUNDAMENTALES: Eneatipo IX



¿Cómo te olvidas de ti? ¿Cómo te abandonas?

Pasión o motivación fundamental:  la pereza.  Se trata aquí de un descuido de sí mismo, de un olvido de las propias necesidades y deseos a favor de los requerimientos de los demás. Encontramos en este eneatipo un adormecimiento respecto de la propia interioridad, que si bien es parte de todos los eneatipos, aquí es la motivación dominante. Este auto-olvido se da como una confluencia simbiótica con los demás, llegando a existir a través de la vida de los otros, sobre todo de las  personas más cercanas,  confundiendo  el  amor con la servicialidad extrema  y compulsiva. De ahí que sean personas que se muestran como disponibles y bonachonas, quedando oculta (sobre todo para ellas mismas) la intensa necesidad de reciprocidad y de reconocimiento que de formas sutiles se encargan de “sacar en cara”. Han aprendido a estar tan desconectados de sí mismos que creen encontrarse a sí mismos justamente en actividades que embotan y oscurecen su conciencia, conviertiéndose en hacedores compulsivos al servicio de una intensa huida de sí mismos, a través (por ejemplo) de la limpieza de la casa, del cuidado de otros, de una adicción al trabajo o a la televisión. El sello peculiar de este auto-descuido es que suele presentarse en una inconsciencia terca y ciega de sí misma.

Fijación e ideas locas: sobreadaptación. El pensamiento ilusorio de este eneatipo tiene que ver con la creencia implícita de que sólo valen y son dignos de amor en la medida en que vivan para satisfacer las necesi- dades y los deseos de los demás, dejando en el olvido sus propios deseos y necesidades. Todo “contacto” vital se convierte en una relación simbiótica, adaptándose a los demás  y a lo demás hasta tal punto que llegan a perderse a sí mismos  y a no darse cuenta de que ta- maña pérdida ha tenido lugar. Esta adaptación compul- siva los lleva a creer que siempre es bueno evitar los conflictos y no demandar  lo propio, a fin de mantener la estabilidad rutinaria de sus monótonas vidas. Están convencidos de que lo de otros es más importante y que la única posibilidad de existir consiste en ser desde otro: “si tú eres feliz, yo soy feliz”. Llegan al extremo de identificarse con los otros significativos  y a creer que sus logros y sus frustraciones son los suyos propios, no advirtiendo que en realidad no están viviendo su pro- pia vida y convirtiendo  las relaciones interpersonales en instancias asfixiantes e invasivas, con el efecto para- dojal de alejar a los que más quieren quedándose con una profunda sensación de injusticia que se expresa en el juicio de que estos otros son unos “mal agradecidos”. Algunas de las ideas locas que encontramos aquí son: “mientras menos conflictos haya, mejor”, “conviene no pensar demasiado para evitar sufrir”, “no conviene ser egoísta, pues es mejor ser deferente con las necesida- des de los demás”, “no balancees la barca”.

Rasgos caracterológicos: este eneatipo corresponde a los tipos de personalidad descritos clásicamente en los espectros evitativo y masoquista. Orientado a la actividad rutinaria  y compulsiva,  de actitud condescendiente y amable, le cuesta poner límites y decir que no. Tienden a entregar en demasía, a dar hasta quedar en deuda con- sigo mismos. Temen los desencuentros  y los conflictos por miedo a perder el amor de los demás, no teniendo una postura propia y clara respecto de la vida y de sus di- ferentes facetas, sumándose a la opinión de los demás. Les cuesta sentirse y conectarse  con sus propias nece- sidades, contentándose  con la satisfacción de los otros. Suelen asumir excesivas responsabilidades,  echándose al hombro pesadas cargas que debieran ser asumidas por otros, cual “burros de carga”. Muy orientados a la vida práctica, confunden  la felicidad con el confort, la seguridad y la mera supervivencia. Se los ve trabajando como hormigas, siempre preocupados de mantener el orden, muy constantes  y de bajo perfil. Muestran, ade- más, una actitud contenta  y plácida, pseudo-optimista, siempre al servicio de no generar roces y como deriva- do de la falta de contacto con su propio dolor e insa- tisfacción existencial. Tienden a no tomarse en serio, a desviar la atención de ellos mismos  y a presentar una apariencia  física más bien regordeta  y redondeada,  en una clara manifestación de descuido, en este caso nutri- cional y corporal. Cuando la íntima necesidad de amor y de reconocimiento se ve frustrada, suelen volverse que- josos, somatizadores y muy cobradores de sentimientos en forma casi siempre indirecta y sutil, aunque evidentemente enojosa. En general, son personas que andan por la vida como narcotizadas o sedadas, distraídas de lo importante tanto de sí mismos como de los demás, atendiendo a detalles irrelevantes, manteniendo esta atmósfera de “pobreza espiritual” que los caracteriza.
Ej. Ned Flanders  (de  Los Simpson), Sancho Panza, la figura de la dueña de casa típica.

Amor: Amor-complaciente.  Se trata de un eneatipo que ama en forma tibia aunque abnegada. Expresa por medio de la acción, de los cuidados concretos, con escasa empatía y conexión íntima con la interioridad del otro. Mientras menor es el contacto emocional auténtico, tanto más se prodiga en ocupaciones  y diligencias para el otro, pudiendo llegar a ser invasivo. Esta dinámica según la cual siente que ama debido a sus inagotables cui- dados y acciones concretas, ligado a su escasa capacidad para interesarse por la intimidad emocional del otro, generan un círculo vicioso en el que llegan a sentir como injusta la falta del reconocimiento esperado, poniéndo- se agresivos-pasivos. Tomando en consideración los tres tipos de amor ya revisados, el orden de prioridades sería: una hipervalorización del “amor”11 al otro, luego un “amor” formal y vacío de la divinidad y, en último lugar, una negación del amor a sí mismo. Dado que su mundo interior e íntimo le resulta inaccesible a este eneatipo, no puede amarse genuinamente a sí mismo.

Origen: La infancia del eneatipo IX está marcada por la parentalización y por el descuido de sus padres que estuvieron muy ocupados de una familia en general muy numerosa o del trabajo. Desde muy pequeños tuvieron que hacerse cargo de sus hermanos  y de las tareas domésticas, aprendiendo a invalidar sus propias necesidades de niños sedientos de amor y cuidados. Suele haber una dinámica familiar en la que predomina una fuerte tensión entre los padres, situación que estaba fuera de su control, asumiendo una doble actitud de resignación y de pacificación. En este contexto, la mejor manera de atraer el cuidado de los padres consistió en no llamar la atención y en volverse un niño colaborador  y cuidador.

Virtud o desafío: Diligencia,  acción  correcta,  hacer lo que necesito. Reconocer lo que realmente deseo, esforzarme por darme el tiempo y el espacio para satisfacer- me, poner límites y asumir mi diferencia respecto de los demás: “esta es mí vida y nadie la puede vivir por mí”. Desde la perspectiva de las Ideas Santas  (Almaas), se trata de cultivar la comprensión de la Santa Iniciativa: realizar el esfuerzo correcto en el momento oportuno con un resultado eficaz y justo, en plena lucidez.

Mudra12: Mano izquierda  sobre el  muslo  izquierdo, dedo medio y pulgar tocándose. Mano derecha sobre el piso, palma abierta inclinada a la derecha.

 
Fuente: Introducción al eneagrama: Una contribución a la Integración de sí mismo.
Autor: Rodrigo Brito

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