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jueves, 12 de noviembre de 2015

LOS ENEATIPOS FUNDAMENTALES: Eneatipo VI





¿De qué dudas? ¿Qué te detiene?

Pasión o motivación fundamental: El miedo. El miedo es aquí una emoción de fondo que tiñe todo lo que este eneatipo hace, siente o piensa. Se trata aquí de un miedo que es más bien una falta de confianza básica en el mundo, por lo que está atravesado por una duda compulsiva. Todo resulta una potencial amenaza, por lo que se empecina en controlar racionalmente todas las variables con el fin ilusorio de eliminar toda incertidumbre y toda inestabilidad. La tensión es permanente y la racionalización alcanza casi todos los ámbitos de su vida: sus emociones, su sexualidad, sus proyectos. La espontaneidad de la vida instintiva queda bloqueada al ser reemplazada por un pensamiento lógico propio que le impide fluir y entregarse al devenir de la vida. En todo caso, el miedo como tal no suele aparecer; en su lugar hay una sensación ansiosa constante que hace de este eneatipo uno de los más ambivalentes y ambigüos, siendo éstos, justamente, sus más grandes enemigos. Las personas de este eneatipo viven en la expectativa de que su ser está amenazado y en la sensación de que ellos solos no pueden hacer lo suficiente frente a esta amenaza. De ahí que suelan ser personas dependientes y sumisas de una autoridad que es a la vez idealizada y devaluada. Esta ansiedad existencial les da también el típico sello de no poder disfrutar plenamente el momento, pues les cuesta entregarse al disfrute y a lo inesperado de la vida.

Fijación e ideas locas: Acusación. El  pensamiento ilusorio de este eneatipo tiene que ver con la convicción de que el mundo es un lugar inseguro y amenazante, situación de la que alguien tiene que ser responsable. Esta  responsabilidad  es manejada  de dos maneras simultáneas: por una parte, es puesta en otros, por medio de una proyección  de la propia culpabilidad, convirtiéndose en personas juzgadoras y acusadoras de los demás, poniendo en práctica aquel viejo adagio según el cual se “ve la paja en el ojo ajeno sin reconocer la viga que hay en el propio ojo”. Pero también esa culpa es intensamente experimentada en sí mismos, por lo que se vuelven personas muy autoacusadoras  y autocastigadoras, pudiendo ser extremadamente severas consigo mismas. Predomina un estilo de pensamiento paranoide que ve dobles intenciones y amenazas  ocultas en casi todo lo que viven, manteniéndose “a salvo” por medio del control mental y la elaboración de explicaciones lógicas y “científicas” sobre las cosas. Hay aquí una gran necesidad de clasificar y ordenar  la experiencia, tendiendo a desarrollar un modo rígido de comprender el mundo y a sí mismos. Junto  con esto, despliegan un pensamiento suspicaz e hipervigilante, siendo especialistas en monitorear el entorno y en encontrar errores y problemas que generalmente tienen más que ver con ellos mismos que con las personas  y situaciones de su entorno. Algunas de las ideas locas que encontramos aquí son: “no voy a ser capaz de arreglármelas con mis propios recursos”, “es mejor desconfiar de la gente, así como de las propias intuiciones y de los propios deseos”, “es necesario seguir los mandatos de una autoridad, aun cuando nunca es del todo buena”, “es preferible la certeza, aunque  esto disminuya el disfrute espontáneo del momento”.

Rasgos caracterológicos: Este eneatipo corresponde a los tipos de personalidad descritos clásicamente en los espectros obsesivo y paranoide. Nos encontramos  ante el eneatipo más intelectual y racionalizador  de todo el eneagrama, con una clara orientación hacia la explicación lógica de sí mismo y del mundo. Esta necesidad de explicación se funda en una duda obsesiva, de la que derivan rasgos tales como una intensa preocupación por la seguridad y la certeza, una ambivalencia paralizante respecto de los propios deseos, una necesidad compulsiva de validación a partir de una autoridad con la cual suele  mantener una relación ambivalente  de amor y odio.  Es extremadamente  legalista, cumpliendo las reglas y los procedimientos muchas veces sin comprender el “espíritu de la ley”. Tienden a ser muy rumiadores, razón por la cual les cuesta tomar decisiones, llegando incluso a una parálisis existencial. Se hacen demasiadas expectativas respecto de todo, por lo que viven anticipándose cobardemente a las cosas, con el resultado de estar constantemente  insatisfechos en el aquí y ahora. Culposos frente a sus deseos, tienden a ser duros jueces de sí mismos  y de los demás, ya que suelen proyectar sus inseguridades y sus defectos en los demás. Es un carácter muy orientado al deber en desmedro del placer y del disfrute del momento, basado en la fantasía de que si no cumple con sus autoexigencias ha de ser castigado. Sumiso con la autoridad y muy exigente con los subordinados, es en este ámbito donde suele sentir los montos más intensos de ansiedad derivados de su ambivalencia. Es un experto indagador de problemas tanto personales como de otros, no pudiendo vivir sin algún conflicto que resolver. Esto lo vuelve una persona con mucho “rollo personal”, inclinado a desplegar interminables y enredados diálogos internos que no hacen más que atraparlo cada vez más en sí mismo. De orientación gregaria, tiende a estar rodeado de amigos y de personas en general, siendo muy acogedor, congraciatorio, considerado y fiel en sus relaciones, pero más por una necesidad de validación externa que por genuinas motivaciones amorosas. El otro aparece como referente que sirve de orientación para las propias decisiones, ya que en sí mismo no encuentra más que miedo, duda y complejidad.
Ej. Descartes, Santo Tomás, la figura del científico en general.

Amor: Amor-sumiso  y paternalista. En este eneatipo el amor lleva el sello de la desconfianza. Ésta, a su vez, lo mueve a incrementar su autocontrol, dando por resultado una inhibición creciente de sus potencialidades, germinando la  convicción  de que “yo solo(a)  no lo puedo lograr”. De ahí que el amor sea entendido como una necesidad de protección con un fuerte énfasis en el confort y la seguridad. Junto con esto, hay una motivación autoritaria que puede expresarse tanto en una pasión por mandar como en una por obedecer, en un rango que va desde una independencia confrontacional hasta una dependencia sumisa. De este modo, las relaciones suelen ser asimétricas y ambivalentes, amando y odiando, idealizando  y devaluando, a la misma persona al mismo tiempo. En un orden de prioridades, este eneatipo suele preferir el amor hacia un ideal y luego un amor a otro que compite conflictivamente con un amor a sí mismo, caracterizado por la autoacusación dirigida a sus deseos, a su espontaneidad y a su cuerpo.

Origen: La infancia del eneatipo VI está marcada por la presencia de un padre autoritario y severo, y de una madre sobreprotectora e hipercuidadosa que le ha transmitido consistentemente que el mundo es peligroso  y que los propios deseos deben ser silenciados. Suele ser un niño que crece en un contexto de culpabilización y de temor al castigo, por lo que la figura de autoridad (generalmente el padre) es sentida como buena y mala a la vez. Un ambiente inestable en lo emocional que llega a ser impredecible puede estar en la base de la duda y la desesperada necesidad de certezas por parte de este eneatipo.

Virtud o desafío: Valor o coraje. Reconocer lo que en verdad quiero y necesito, y atreverme  a cumplirlo. Ejercitar el abandono y la confianza en lo que la vida depara. Desde la perspectiva de las Ideas Santas (Almaas), se trata de cultivar la comprensión de la Santa Fe: actuar con firmeza y confianza incluso en medio de la adversidad. Se trata de dar el siguiente paso confiando en que el suelo surgirá junto con la acción de dar el paso.

Mudra: Brazos cruzados sobre el pecho, puños cerrados. Brazo izquierdo primero.


Fuente: Introducción al eneagrama: Una contribución a la Integración de sí mismo.
Autor: Rodrigo Brito



1 comentarios:

  1. Muy buen post, gracias por compartir esta información, sin duda seguiré esperando a que subas más contenido.

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